Portada Antonio Morales


GUARDIANES DEL TERRITORIO

El Cabildo tiene que ser la casa que nos una a todos los grancanarios en el trabajo por el desarrollo y la grandeza de nuestra tierra.

El pasado miércoles quisimos firmar un acuerdo con los pastores de Gran Canaria para reconocer y potenciar su contribución impagable a la conservación de nuestro territorio y a la biodiversidad de nuestra tierra. La alerta decretada por lluvias y vientos obligó a aplazar esta firma que hemos trasladado al lunes 12 de marzo. Con frecuencia hemos actuado o planificado al margen de los pastores sin considerar el protagonismo que deben tener para que los objetivos de conservación y regeneración de nuestro medio ambiente vayan en serio. Ya no va a seguir siendo así.

Para el Cabildo de Gran Canaria  este acuerdo es un acto de justicia, es una señal de esperanza, es un reencuentro con el mundo rural de nuestra isla. Los despachos desde donde se tomaban las decisiones o se decidían las actuaciones, han estado, con frecuencia, alejados de la sensibilidad, de la experiencia y del conocimiento que aportan quienes todas las mañanas, y todos los días del año, sacan su ganado a pastar y a recorrer las cañadas de nuestra isla.

Esta concertación tiene muchísimas ventajas: afianzará la ganadería de la isla, protegerá la flora autóctona y los endemismos, potenciará  la reforestación e implicará a toda la gente que vive y ama el campo. Gran Canaria no se puede entender sin nuestro paisaje, sin la cumbre, sin los pinares que nos oxigenan, sin la costa que nos acerca a tres continentes, sin nuestros barrancos, sin el ganado que nos regala productos que nos identifican. Gran Canaria tiene el rostro de nuestra flora. La agricultura conforma también nuestro territorio, desde los bancales de las medianías hasta las llanuras de las plantaciones intensivas. Y toda esta diversidad está atravesada por el trabajo y el paso de nuestros pastores que humanizan el territorio, guardándolo y protegiéndolo. La naturaleza ha moldeado nuestra forma de ser y los pastores tejen,  recrean y transforman esa naturaleza en estado puro. Es de justicia reconocerlos como “guardianes de nuestro territorio”.

El Cabildo que presido ha establecido como prioridad de Gobierno desarrollar el mundo rural y trabajar por la soberanía alimentaria. Pero además de mirar por nuestra agricultura tenemos que mimar nuestra ganadería y a sus pastores porque son  auténticos gestores del medio ambiente y la biodiversidad.

Realizamos un acto de justicia. Los pastores de Gran Canaria han contribuido decisivamente al desarrollo de esta isla. Han elaborado productos únicos que nos identifican, especialmente nuestros quesos de los que podemos presumir como equiparables a los mejores del mundo. Los quesos artesanales de Gran Canaria son reconocidos y premiados internacionalmente. Con leche cruda, hechos a mano y madurados en cuevas, en cada queso late el territorio y una forma de vida. Una parte de sus ganados nos han aportado, también, la materia prima de unos tejidos tradicionales que han abrigado a nuestra gente durante siglos.

Pero hay algo que quizás no sea tan conocido por la mayor parte de la gente y es que sin nuestros pastores la flora no se habría conservado y reproducido. Y que son decisivos en la prevención de incendios. Por eso esta firma, que plasmaremos en unos días, tiene mucho de agradecimiento y de homenaje. A los que hemos  conocido en los encuentros preparatorios de la rúbrica del acuerdo y a los cientos de pastores anónimos que están cuidando a sus animales y que forman parte de esta gran familia.

Reconocemos su aportación en el pasado y abrimos la puerta a la esperanza. El acuerdo con los pastores es solo una parte del camino que queremos recorrer: protección del territorio, protagonismo de quienes pisan cada mañana nuestras laderas y saben de la riqueza y de los riesgos de nuestros campos. No podemos decidir solo desde los despachos sin contar con la colaboración, con la opinión, con el compromiso de los pastores. Sabemos que aman el campo en el que viven. Son decisivos para encontrar el equilibrio entre la fauna, la flora y el paisaje. Por eso formamos parte de un mismo proyecto: el de conservar la riqueza natural de Gran Canaria. Si trabajamos juntos ganamos todos y en todas las dimensiones. Es el tiempo de la colaboración y el compromiso compartido.

El Cabildo tiene que ser la casa que nos una a todos los grancanarios en el trabajo por el desarrollo y la grandeza de nuestra tierra. Pero ese futuro esperanzador tiene que ir de la mano de gente que, como los pastores, conocen, respetan, transitan y dialogan continuamente con la naturaleza. Los consejeros de Medio Ambiente y de Soberanía Alimentaria son los principales interlocutores y responsables de este cambio que estamos celebrando. Pero no acaba en ellos. La consejería de Comercio impulsa la marca y el concepto Gran Canaria Me Gusta, que prioriza el consumo de productos de nuestra tierra. La consejería de Turismo promociona todas nuestras excelencias en el exterior. La consejería de Desarrollo Económico  convoca ferias y encuentros para aumentar el conocimiento de nuestro mundo rural y facilitar la comercialización de las producciones locales.

La columna vertebral de la firma del 12 de marzo es el decálogo que llamamos “Pastores del siglo XXI”, donde se recogen las consideraciones básicas para mirar al futuro. Sabemos que el pastoreo ordenado es una de las principales actividades sostenibles en el marco de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria y de la isla en general. La actividad de los pastores es una acción eficaz contra el cambio climático y en las islas ésta debe ser una preocupación que implique a todos los sectores y colectivos de manera coordinada y permanente. Lo estamos haciendo también con los Alcaldes por el Clima o con la participación de la sociedad civil desde el Observatorio Insular para el Cambio Climático.

Decimos también en este decálogo que las cabras asilvestradas no son pastoreo. Ante unos ecosistemas tan frágiles como los insulares las cabras sin dueño no tienen cabida.  Afectan a la naturaleza, a las repoblaciones y a los cultivos. Los pastores y el Cabildo trabajan conjuntamente para solucionar este problema medioambiental. Estamos comprometidos en salvar toda la flora autóctona y los endemismos que suponen una riqueza medioambiental de valor mundial.

La trashumancia de los pastores con sus ganados en Gran Canaria es un patrimonio cultural inmaterial. El movimiento estacional de los ganados es una práctica ancestral de más de 2.000 años de antigüedad, siendo una de las manifestaciones culturales más antiguas que aún perdura. Y debe ser protegida. Y vamos a trabajar codo con codo con ellos para protegerla. 

El pastoreo es una seña de identidad cultural de Gran Canaria que tiene presencia entre nosotros desde la llegada de los primeros pobladores indígenas. Este oficio se ha preservado a lo largo de los siglos, conservando nuestras razas autóctonas, legando la práctica tradicional del Salto del Pastor, manteniendo singularidades como el Queso de Flor… y es un garante para el futuro de la salvaguarda de nuestra cultura, folclore, lenguaje y tradiciones.

En este acuerdo el Cabildo asume compromisos: compensarles económicamente por el servicio ambiental que prestan para la  prevención de incendios forestales y para erradicar el ganado asilvestrado del medio natural, que se realizaría, en un primer momento, en el entorno de la montaña del Cedro y Horgazales, en el macizo de Guguy, y posteriormente en otros espacios naturales protegidos de la isla.

Además, el Cabildo se compromete a ejecutar proyectos de creación de “paisajes mosaico” de mejora y ampliación de los pastos. A declarar las vías pecuarias y reconocer el valor de la trashumancia como patrimonio cultural inmaterial de la isla de Gran Canaria. A agilizar el trabajo que se está  realizando para la creación de una futura Escuela Insular de Pastoreo y Ganadería: la intención es aumentar la formación de sus hombres y mujeres, el asesoramiento técnico, el mantenimiento del relevo generacional  y la promoción del sector y los productos asociados.

Les puedo asegurar que desde el Cabildo de Gran Canaria estamos comprometidos en la consecución de estos objetivos. Agradezco a los pastores el cariño y la entrega con la que ejercen su profesión y, desde luego,  su oficio de cuidadores de nuestras tradiciones y de nuestra riqueza natural.

 

TIEMPO DE FIESTAS

Afortunadamente hay vida más allá de la política. La preocupación, mezclada con decepción, que la ciudadanía experimenta ante la incertidumbre que le causa la falta de un gobierno del Estado, se amortigua con la alegría que supone la llegada de las fiestas a nuestros barrios o nuestros pueblos.

En los meses de verano quienes vivimos en las islas podemos disfrutar de muchas fiestas. Solo en los 1.500 kilómetros de Gran Canaria hay convocatorias todas las semanas. Hace unos días fueron las de Santiago en Gáldar y en San Bartolomé de Tirajana, ya están aquí las de Agaete; en Telde tendremos la fiesta del Agua de Lomo Magullo, en Teror el Pino, el Charco en La Aldea,  la Virgen del Socorro en Tejeda, la de las Marías en Guía, San Roque en Firgas, la vará del pescao y la traída del agua  y el gofio en Agüimes…solo por citar algunas.

Recientemente se celebraron en muchos pueblos costeros de nuestra isla las fiestas del Carmen. Este año me tocó el honor de ser el pregonero en las de La Isleta, donde se vive de forma muy especial la celebración a la patrona de los marineros. Fue una oportunidad para poner en valor la historia del popular barrio de la capital grancanaria y la importancia de sus fiestas.

Algunas de las reflexiones que tuve la oportunidad de hacer con motivo del pregón valen para referirnos a muchas de las celebraciones que se viven en verano. Porque, como decía ante los isleteros, en las fiestas que necesariamente celebramos juntos, aprendemos y asumimos compromisos para avanzar unidos hacia la defensa de una manera de vivir. Durante estos días todos parecemos mejores, nos enfadamos menos, compartimos más, olvidamos pronto, perdonamos y abrimos nuestras casas para tantos vecinos, amigos y familiares que no entran con frecuencia. Pero esta forma solidaria, abierta, sencilla, libre y sana de compartir no debe quedarse en las semanas de la fiesta. Nos conviene que sea nuestra forma habitual de compartir.

Cuando llegan las fiestas, la gente toma las calles: aquí un asadero, allí una escala en hi-fi, abajo una partida de dominó, más allá una animada tertulia de amigos reencontrados, en algún garaje una parranda, aleteando en lo alto banderolas que unen unas casas con las de enfrente y otra con otra y así casi todas.  En La Isleta alfombras de serrín, sal, goma de coche triturada cubriendo el asfalto, alguna carrera de sacos para la chiquillería; en Agaete  desde las fachadas de las casas engalanadas ven pasar a la gente bailando con las ramas al ritmo de la banda del pueblo… En todas las fiestas se repiten elementos como  las turroneras  y también los ventorrillos en los que el olor a calamar seco se impone sobre todos los demás y voladores, muchos voladores, que recuerdan que estamos de celebración.

La fiesta es y ha sido siempre, a lo largo de la historia, la gran oportunidad de liberarnos, de superar penas y sinsabores, de alimentar esperanzas, de afianzar el sentimiento de comunidad y canariedad que nos identifica y proyecta en el mundo. La fiesta es necesariamente alegría. Cuando apostamos por el optimismo nos cuesta menos vencer las dificultades. La alegría es una actitud ante la vida, imprescindible para superar las dificultades y adversidades que nos amenazan a todos. Cuando somos positivos el mismo muro parece que se achica y podemos saltarlo con más confianza. Por el contrario, el pesimismo es una derrota anticipada. No siempre es fácil contagiarnos de ese ánimo que nos refuerza y nos revitaliza. Pero la fiesta debe ser una inyección de moral, para olvidar lo que nos paraliza y recuperar la decisión de que juntos podemos compartir las mañas que nos han servido para atajar el desánimo o la desgana. Y por eso estamos juntos, celebramos juntos. 

En su libro “Las fiestas populares de Canarias”, Alberto Galván Tudela escribe que: “La fiesta es sin duda una explosión de individualismo, la espontaneidad y la ruptura de las formas convencionales de actuar. Sin embargo, una observación atenta revela la existencia de pautas de conducta, formas de expresión, de divertirse. Es decir, tras una aparente maraña, se manifiestan fenómenos recurrentes, repetitivos. Todos saben que a pesar de las sorpresas que le puedan deparar esos días, la gente se comportará de un modo esperado, podrá participar o ser espectador de determinados acontecimientos que acompañan siempre a la fiesta. Notará la presencia de las turroneras, los adornos de calles, ventanales y azoteas, la procesión de un santo patrono o el agitar unos ramos. Espera oír canciones populares canarias, parrandas, murgas o la interpretación del tajaraste, el baile del tambor, el baile de la virgen… Espera poder degustar carne de cochino o vino del país en un ventorrillo. Más aún, para aquel que es del lugar, en su fiesta todo un conjunto de acontecimientos   son esperados con ansiedad y deben ser ejecutados de un modo definido.”

En verano y en invierno, las fiestas forman parte de nuestra cultura, contribuyen a construir la identidad canaria. La mejora de las comunicaciones insulares ha servido para que muchos canarios vivan también como propias las fiestas de las otras islas. En estos tiempos en los que se pretende imponer un pensamiento único y se intenta uniformizar las identidades de los pueblos, creemos en un mundo global pero diverso. Un pueblo que ignora su identidad y no conoce y valora su historia está condenado a repetir errores y a disolverse sin personalidad, ante las influencias o imposiciones externas que casi nunca son mejores que las nuestras. Los canarios hemos aprendido mucho de las culturas que han pasado por nuestras islas, pero también  tenemos tradiciones  y una manera de ser que mostrar a otros pueblos. Las fiestas son una oportunidad de celebrar de forma comunitaria que las islas tenemos unas señas de identidad  que hemos ido conformando a lo largo de los siglos quienes nacimos aquí y quienes quisieron quedarse a vivir aquí, una oportunidad para sentirnos un país atlántico que mira al mundo con ojos solidarios.

Esa mirada solidaria es compatible con disfrutar de lo que nos distingue, de lo que hemos creado entre todos los canarios. Les decía a los vecinos de La Isleta -y  el mensaje se puede trasladar a todos los hombres y mujeres de Canarias- que han estado en contacto permanente con lo nuevo, con lo extraño, con lo que llegaba a nuestro puerto, a nuestras islas y que eso también debe servir para que reconozcamos el valor de lo propio. No para encerrarnos o para despreciar lo ajeno. Al contrario, para compartir la riqueza de lo diferente, al tiempo que nos sentimos iguales e importantes. Espero que estas fiestas de verano nos sirvan para disfrutar de lo nuestro y de los nuestros. Decía al principio que hay vida más allá de la política. Y hay fiestas. El mes de agosto no acudiré a mi cita semanal con ustedes en este medio. En septiembre, en la semana de la fiesta de la patrona de Gran Canaria, unos días antes de la fiesta del Pino, nos volveremos a encontrar por aquí. Si se quedan en las islas, disfruten de nuestras manifestaciones festeras populares.