Portada Antonio Morales


Una democracia frágil

Cuando hace unas semanas Pablo Iglesias,  vicepresidente del Gobierno español, afirmó que en España “no hay una situación de plena normalidad política y democrática” un auténtico terremoto político sacudió las entrañas del estado. Representantes cualificados de distintos partidos políticos salieron en tropel, rasgándose las vestiduras, para acusar al líder de Podemos de deslealtad. Desde el PSOE, socio de gobierno,  se apresuraron a desmentirlo: Carmen Calvo, Margarita Robles, José Luis Ábalos, entre otros. No dejaron de pasar la ocasión los partidos de la oposición para criticar sus palabras y pedir su dimisión. También doscientos académicos, diplomáticos, economistas, periodistas y expolíticos suscribieron un manifiesto ( Cesar la infamia) demandando su cese por “desprestigiar a España”. Y Felipe González días después lo atacaba duramente utilizando los mismos argumentos.

Como si no fuera sano, absolutamente sano, plantear un debate constructivo  abierto, plural sobre la situación de la democracia española y sus peligros y debilidades. Es lo que acaba de decir el recién electo presidente estadounidense Biden en una reflexión pública tras el asalto de movimientos ultras al Capitolio: “este triste capítulo de nuestra historia nos recuerda que la democracia es frágil, que debe ser defendida siempre, que debemos permanecer siempre vigilantes…”

¿Acaso es una “normalidad” política y democrática la existencia de una “policía patriótica” que fabricaba pruebas para hundir a los adversarios políticos del PP?  ¿Lo es que la corrupción haya campado a sus anchas por las cloacas del estado y que el principal partido de la oposición esté siendo juzgado en estos momentos por financiarse ilegalmente con comisiones sustraídas de las obras públicas? ¿Lo es que el Rey Emérito haya campado a sus anchas, de comisión en comisión, abriendo cuentas opacas en Suiza y que se le permita marcharse de España a Dubai –sostenido con dinero público- y que no se le pueda juzgar? ¿O que tengamos una justicia, lenta, sin medios, contaminada y que el CGPJ permanezca en el limbo mucho tiempo después de haber finalizado el mandato para el que fue designado…? ¿Es una plena normalidad política y democrática que hayamos descapitalizado al estado privatizándolo todo y que al tiempo se hayan ido abriendo abismos de desigualdad brutales en nuestra sociedad?

Como plantea Joaquín Estefanía en un artículo publicado recientemente en El País (La democracia realmente existente) los índices que miden los indicadores democráticos “apenas contemplan los derechos sociales y económicos para sus clasificaciones, de modo que aspectos como el paro, las desigualdades, la precariedad, la igualdad de oportunidades, etcétera, no han sido incluidos o desarrollados con la misma magnitud que los derechos políticos (la libertad de elegir o ser elegido) y civiles (las libertades clásicas, expresión, reunitica.﷽﷽﷽﷽﷽ocralidad pol ética. Desde luego, no hay una 8las libertades clasicas,ades, la precariedad, la igualdad de oportunidadón, religiosa…)”

La realidad es que podría seguir y seguir poniendo ejemplos de “anormalidades” políticas  y democráticas que hace que nuestra democracia y otras democracias del mundo se sometan a riesgos y fragilidades cuando no a “caminos hacia la no Libertad” como nos advierte Timothy Snyder. Es lo que está pasando en la Vieja Europa y en la propia España con el avance de los totalitarismo o la extrema derecha.

Intelectuales como Daniel Innerarity insisten en la existencia de una “debilidad política, falta de confianza y negativismo de los electores, oportunismo de los agentes políticos o desplazamientos de los centros de decisión hacia lugares no controlables democráticamente”.

Pero la quiebra de la salud de la democracia no se produce solamente en España. La varias veces comisaria europea Viviane Reding, advirtió en su momento de un serio peligro de retroceso democrático en el Viejo Continente. Lo decía también recientemente Susan George: “En Europa se ha dado un desmantelamiento de las estructuras democráticas en base a tres principios: sigiloso, secreto y súbito (SSS)”. La pérdida de los valores democráticos europeos está dando paso a numerosos partidos populistas o de extrema derecha en distintos rincones del continente que no dejan de subir en estimación de voto y aceptación popular.

Para la profesora de la Universidad de Granada Susana Corzo Fernández, “la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones públicas pudiera ser un estadio previo al fortalecimiento de un Estado débil, pero el descrédito continuo de las instituciones llegará a ser la consecuencia de un Estado enfermo, si la clase política no lucha por devolverle, desde la racionalidad y la mesura que conllevan la práctica de la responsabilidad política, el valor que tiene y la función que presta de servicio a la  ciudadanía”.

Y también en el resto del planeta. Según un informe de Freedom House el retroceso democrático en el mundo es muy significativo, hasta el punto de que en los últimos cinco años no ha dejado de producirse una caída en el número de países democráticos, datos con los que coincide The Economist, que señala que en la actualidad solo el 11% de la población mundial vive en democracias completas. Para Richard Youngs, responsable del centro de pensamiento europeo FRIDE, el autoritarismo resucita con fuerza en todos los continentes: “En contra de lo que dicen muchos analistas, las dificultades por las que atraviesa la democracia no se deben a un exceso de esfuerzos para intensificarla, sino, más bien, a su baja calidad (corrupción, clases dirigentes depredadoras, sociedad civil débil, falta de independencia del poder judicial y de los medios y nula respuesta de los gobiernos a las reivindicaciones de sus ciudadanos)”.

Cada día que pasa la percepción de la ciudadanía española  sobre la democracia es más negativa, así lo apuntan la mayoría de los indicadores. El descontento se torna en muchas ocasiones en apatía o en buscar a la desesperada nuevas propuestas políticas que se aprovechan del descontento para avanzar hacia posiciones populistas extremas. La realidad es que en el último ranking elaborado por The Economist, España cae seis puntos, del puesto 16 al 22 en el índice de democracias del mundo.  Los síntomas de fracturas políticas, sociales y económicas están cada día más claros.

No se puede cuestionar la necesidad de repensar esta democracia que se devalúa cada día y que se puede convertir en una pura caricatura de si misma. En “El invierno de la democracia. Auge y decadencia del gobierno del pueblo” el politólogo francés Guy Hermet nos dice que “la democracia está llegando a su invierno, aunque no hay por qué temer un infarto inminente. Estamos entrando en la estación invernal de la democracia tardía, en la estación de la vejez. (…) El pueblo apenas simpatiza ya con la ficción del gobierno de todos y para todos en la que se apoya cada vez más débilmente nuestra democracia. Aunque todavía no tiene etiqueta, la posdemocracia ya está aquí, de incógnito. Estamos entrando en otra era política”. 

Está claro que se necesitan instituciones sólidas y una ciudadanía tenaz para combatirla. Porque si los ciudadanos no defienden el sistema de gobierno del que son responsables, lo pueden perder irremediablemente y porque aceptar sin cuestionamiento lo que nos imponen para limitar la democracia nos convierte en agentes de la injusticia, como plantea Thoreau.

No se trata solo de poder votar y menos cuando se vacía de sentido la mayoría las elecciones. La mayor anomalía se encuentra en la incapacidad de los gobiernos y los parlamentos en hacer frente a los embates de los poderes salvajes (Ferrajoli) que controlan la esfera pública y fagocitan a los poderes políticos a los que consiguen subordinar, privándolos de su poder de regulación. Las privatizaciones para adelgazar al estado, el control de los medios de información o la intervención de los mercados en la financiación y la deuda de los estados, vuelven frágiles a las instituciones y quiebran los derechos fundamentales.

Y una parte importante de la sociedad vuelve a pensar que la alternativa es la vieja peste parda que antecedió al fascismo y el nazismo y que se nutrió de una profunda crisis económica, social, política y ética. Desde luego, no hay una situación de plena normalidad política y democrática.

UNA CIUDADANÍA PARA EL CAMBIO

Sin ningún tipo de dudas contribuiría a que tuviéramos menos periodismo mercenario, menos partidos corruptos, menos recortes de derechos, libertades y servicios públicos… En definitiva, más democracia.

Oliver Goldsmith, ensayista del XVIII, nos dejó escrito que “mal le va al país, presa de inminentes males, cuando la riqueza se acumula y los hombres decaen”. Hace unos meses, Radio ECCA me invitó a participar con ellos en una jornada que convocaron para debatir los “Desafíos para la construcción de una ciudadanía global protagonista del cambio”. Acepté con  mucho interés participar en esta reflexión que hacían porque coincide con una preocupación personal creciente, que me ha acompañado en los 31 años de servicio público en las instituciones democráticas y se relaciona con objetivos del gobierno que presido en el Cabildo de Gran Canaria. Por eso creí y creo que es útil, actual y oportuna esa puesta en común. ECCA siempre con la educación, con la formación. Bastaría para valorarla la urgente necesidad que tenemos, como ciudadanos de este tiempo y de este lugar, de encontrar espacios para la reflexión sobre las prioridades y los objetivos sobre los que tenemos que trabajar para la mejora de la sociedad en un tiempo nuevo y que respondan a las inquietudes de una colectividad desconcertada por el agotamiento de los paradigmas tradicionales. Y más en estos momentos de alientos a la tiranía.


Vivimos en una sociedad radicalmente distinta a la de hace apenas 15 años. Los cambios económicos, sociales, tecnológicos, políticos, ideológicos son tan profundos que ya no estamos en una era industrial como ocurría hasta hace poco, sino en una humanidad, que en la incertidumbre, busca su caracterización: sociedad red como propone Castell, o sociedad del riesgo como avanza Ulrich Beck, sociedad globalizada en el análisis de Giddens, sociedad postindustrial de Touraine o Galbraith o la sociedad líquida de Zygmunt Bauman.

La propia diversidad de denominaciones habla de un tiempo en construcción, de un tiempo de cambio, de una transición a una sociedad que ya no es la que conocimos al nacer o al formarnos y que no terminamos de identificar. Entre otras cosas porque no hay consenso en establecer los elementos nucleares que nos caracterizan. Muchas de las cosas que nos están pasando ocurren porque hay poderes económicos nuevos, las multinacionales o la economía virtual, por ejemplo; situaciones políticas desconocidas como el neoliberalismo capitalista mundializado, presencia de medios de comunicación y conexiones como las que derivan de internet y las redes sociales que crean una realidad virtual que nos mediatiza; tecnologías que modifican el modelo de producción y las relaciones laborales.

Y en este contexto las ideologías que han explicado nuestra realidad social  y la organización de la sociedad, han quedado desactivadas por estos cambios y por los clamorosos fracasos de los modelos que se inspiraron en ellas. Habíamos consensuado unos valores para las sociedades democráticas desarrolladas, pero están en entredicho porque crece el individualismo, aumenta la fractura social y las desigualdades, repunta la pobreza, el consumismo se convierte en una nueva religión, el planeta se desangra en un cambio climático que amenaza la supervivencia. Se debilita el contrato social que inspiró los “estados de bienestar” y por tanto el papel redistribuidor del Estado pierde fuerza y legitimidad. Crece el divorcio entre el poder y la política, en expresión de Bauman, entre otras cosas porque el poder se desplaza hacia la esfera financiera y condiciona la acción de los gobiernos: “hoy tenemos un poder que se ha quitado de encima a la política y una política despojada de poder”. Es fácil entender las consecuencias sociales, éticas y de legitimidad democrática que esta realidad supone.

Esta nueva realidad plantea desafíos desconocidos y críticos para que prevalezca una orientación democrática, humanizadora, liberadora, frente a la lógica del lucro, del beneficio, de la superficialidad que todo lo banaliza. Este es el primer gran desafío, elegir una dirección inclusiva, sostenible, integral, frente a la lógica del mercado, del armamentismo y de las multinacionales. Y este desafío no se gana ni individualmente, ni solo en los despachos, ni solo con buenas intenciones.

Este desafío exige un análisis de la realidad muy riguroso y multidisciplinar. Tenemos que aprovechar todas las investigaciones de las ciencias sociales, medioambientales, humanísticas, tecnológicas y de la comunicación para definir las posibilidades, los riesgos y los recursos disponibles para decidir en cada momento y ante las distintas dimensiones, con fundamentos sólidos.

Pero además este diagnóstico tiene que ser participativo, abierto, colectivo porque así garantizamos que la implicación sea de la mayoría social, de la ciudadanía y no solo de las élites, de las minorías pensantes o dirigentes. En este nuevo horizonte, el sujeto tiene que incluir a toda la población que progresivamente conozca, valore, se implique, coopere, actúe y revise el proyecto. Y aquí cobra sentido el título de las Jornadas de ECCA:  desafíos para una ciudadanía global.

Porque las decisiones estratégicas afectan a los 7.600 millones de ciudadanos que habitamos este planeta y no podemos sustraernos a ellas. Esta influencia se ha visibilizado con claridad en los últimos diez años. Solo un par de ejemplos: salta la crisis económica por quiebras de bancos y aseguradoras de EEUU y el impacto se propaga en forma de crisis socioeconómica por todo el mundo. Nosotros seguimos afectados por esa quiebra. Empeora el cambio climático, aumenta el calentamiento global y se pone en riesgo al planeta. Nuestra forma de pensar, de hablar y de comunicarnos se altera por la irrupción de nuevos medios de comunicación y por redes sociales que producen otra forma de conocer, de interpretar  y de asimilar la realidad. Todos nosotros estamos bajo esa influencia.

Ante desafíos globales necesitamos respuestas sociales que cuenten con la participación activa de toda la sociedad. Lo contrario es retroceder a situaciones de vasallaje y no de progreso y calidad democrática. Pero además no resuelven el problema, porque los poderes multinacionales solo pueden ser contrapuestos por una sociedad informada y autodeterminada. Y es el único camino que nos aleja de la barbarie y la destrucción. La lógica económica sin rostro humano y sin prioridades sociales desconoce el precipicio y alienta la cultura de sálvese quien pueda.

Ya lo creo que tenemos desafíos. Desafíos sociales, económicos, políticos, morales, ideológicos. Y probablemente el mayor es el de convencernos que reconstruimos juntos o destruimos la única posibilidad de convivir como humanos. Es asunto de toda la sociedad. Es la hora de la ciudadanía. No podemos seguir siendo, como ha dicho  Rafael Argullol, una democracia de avestruces: “todos con la cabeza bajo el ala y, por supuesto, sin mirar nunca de frente”.

Cornelius Castoriadis en su obra “Detener el crecimiento de la insignificancia”, nos dice que frente a lo que llama el conformismo generalizado, en oposición al ejercicio de sus derechos y sus deberes democráticos y citando a Tucídides: “Hay que elegir: descansar o ser libre” y clama: “Ustedes no pueden reposar. No pueden sentarse frente al televisor. Ustedes no son libres cuando están frente al televisor. Ustedes creen que son libres haciendo zapping como imbéciles, ustedes no son libres, es una falsa libertad. Este es el gran problema de la democracia y el individualismo”.

Es el mismo camino que transita Félix Ovejero en “¿Idiotas o ciudadanos?”cuando manifiesta: “La democracia liberal nunca ha confiado en los ciudadanos (…) Sencillamente, el absentismo ciudadano forma parte del guión con el que se han diseñado las instituciones (…) Es lo previsto. La apatía o la falta de participación es más que un reto una solución a la exigencia liberal de preservar la libertad negativa(…) Lo malo es que el desinterés por la actividad pública parece traducirse en un empeoramiento de casi todas las sendas, de las condiciones en las que llevar a cabo cualquier plan de vida”.

Esta reflexión cívica desemboca en la necesidad imperiosa del cambio de modelo de sociedad. Considero que es cuestión de supervivencia. Pero al mismo tiempo debo ser honesto y compartir que no veo suficientes señales de la aparición de ese sujeto motor del cambio que es la ciudadanía global. Me temo que los poderes económicos capitalistas y multinacionales se han adaptado mejor a la nueva situación que los miles de millones de ciudadanos que vemos recortados nuestros derechos cívicos, socioeconómicos y medioambientales.

Pero debemos hacer de la necesidad virtud y aprovechar debates como el de Radio Ecca para abrir caminos para la construcción de ese sujeto crítico. Y sugiero cuatro aportaciones que nos permitan pasar de la melancolía a la acción: que hagamos una inmersión en la realidad para evitar confundirla con los deseos. Para conocer los factores económicos, sociales, políticos, tecnológicos o medioambientales que nos condicionan. Sin trampas. Pero al mismo tiempo sin claudicaciones, porque debemos relacionarnos con las nuevas utopías que alumbren un planeta humano, justo y sostenible; que huyamos de los tecnicismos que reducen el debate a la minoría formada y al mismo tiempo de la política. Es tiempo de definir prioridades que es la gran tarea de la acción pública; que participemos en acciones organizadas que nos identifiquen con el sujeto global de cambio. Que supere el individualismo y afiance redes sociales de transformación; que construyamos una cultura de la emancipación y la solidaridad como alternativa a la cultura homogeneizadora y subalterna. Sin ningún tipo de dudas contribuiría a que tuviéramos menos periodismo mercenario, menos partidos corruptos, menos recortes de derechos, libertades y servicios públicos… En definitiva, más democracia.

 

POR QUÉ NO FIRMÉ POR LA TRIPLE PARIDAD

El Cabildo de Gran Canaria no fue invitado a esa firma y  como presidente lo agradezco porque realza nuestro compromiso por el cambio

El pasado día 5 de abril cinco cabildos insulares – en realidad eran seis, aunque el palmero se quiso salir de la foto, pero no de la propuesta- presentaron  un manifiesto en defensa de la triple paridad, del injusto sistema de representación actualmente existente. El Cabildo de Gran Canaria no fue invitado a esa firma y  como presidente lo agradezco porque realza nuestro compromiso por el cambio. En Gran Canaria no se soporta más una situación injusta que perjudica a cientos de miles de canarios por residir en algunas islas o por sentirse condenados a un sistema que perpetúa el Gobierno de unas siglas que no representan la voluntad mayoritaria. Estoy seguro de que no es problema exclusivo de Gran Canaria, afecta por igual a quienes queremos reglas justas para distribuir recursos, para orientar políticas sanitarias, educativas o de dependencia, para gestionar los medios públicos de comunicación. No estamos principalmente ante una reclamación territorial, sino afirmamos que con este sistema electoral se están imponiendo unas políticas conservadoras insularistas y clientelares frente a demandas más sociales y transformadoras.

 

No es fruto de la casualidad que no se invitara a ese acto al Cabildo de Gran Canaria. Es un paso más en esa política de aislamiento a un Cabildo, a una isla, a un gobierno insular progresista que ha defendido a ultranza que los recursos del extinto IGTE no se distribuyeran a través de la perversa fórmula de la triple paridad o que no se aprobara una Ley del Suelo en los términos diseñados por CC para liberalizar los usos del suelo rústico y protegido. Estamos en contra de todo esto y de los intentos de chantaje y extorsión de estos cabildos al Parlamento y a los parlamentarios de Canarias en distintas ocasiones. Cuando no se aceptan sus tesis se les presiona, se les ataca, se les llama traidores… Se ha convertido a la Fecai en muchas ocasiones en un instrumento para afianzar las políticas de ATI y CC, algo que siempre rechazaremos. Se hace incluso al margen de los órganos de representación de los cabildos. Algunos han hecho una política seguidista y lo que es más grave, sin importarle los intereses de los ciudadanos de sus isla con tal de mantener el chiringuito político insularista. Está concebido para eso en estos momentos. La defensa de la ciudadanía y los problemas de cada isla han quedado  relegados a un segundo plano.

El sentimiento democrático de los canarios y las canarias reclaman una modificación urgente del sistema electoral para garantizar que el Parlamento y el Gobierno de Canarias representen las posiciones políticas de las mayorías y de las minorías. Treinta y cinco años después de constituir nuestro primer Parlamento, la situación de desequilibrio en la representación de la ciudadanía en función de la isla donde reside, no puede mantenerse ni un minuto más. La triple paridad, concebida oficialmente para favorecer los equilibrios insulares, se ha convertido en un elemento de distorsión insoportable de la regla de oro de la democracia, una mujer y un hombre un voto del mismo valor, residan donde residan. El malestar y el descrédito de nuestro sistema electoral en la mayoría de la población, nos obliga a los demócratas a reaccionar para evitar el rechazo creciente de la mayoría de los votantes. Las minorías tienen que ser respetadas, pero no a costa de invalidar las propuestas mayoritarias. Lo que nació como modelo para unir a Canarias, hoy nos divide por la utilización partidista de la triple paridad. No hace falta sino comprobar que CC se ha quedado sola defendiéndola. Con la ASG de Casimiro Curbelo, claro.

La actual conformación del Parlamento y del Gobierno de Canarias constituye una anomalía que distorsiona gravemente la voluntad popular. Esta situación se ha repetido  durante la historia autonómica, especialmente después de la reforma electoral de 1996. Hoy, un diputado autonómico por Gran Canaria o Tenerife necesita 21.000 votos para alcanzar la representación. Por el contrario, para ser diputado en otras islas, bastan apenas  800 votos para conseguirlo. La paridad que nos exige la sociedad democrática es que todos los votos tengan el mismo valor.

En los últimos veinticuatro años el Gobierno Canario ha estado presidido siempre por Coalición Canaria, aunque en muchas ocasiones no haya tenido la mayoría de votos o la mayoría de escaños. Y esto ha ocurrido fundamentalmente como consecuencia de la ley electoral, aunque también por la incapacidad del resto de partidos para articular una saludable alternancia. Se ha convertido en norma que la Presidencia del Gobierno Canario no la ostente el partido más votado. Y lo que es más grave, la mayoría de gobierno tiene minoría de votos ciudadanos. La triple paridad es la menos paritaria de todas las fórmulas electorales. Hay paridad de factores que son profundamente injustos. Paridad de provincias, un artefacto administrativo. Paridad de capitales, resabio del siglo XIX. Paridad entre periféricas y centrales, consagrando una diferencia interesada. Paridad en todo, menos en la igualdad entre las personas. Creíamos que desde la declaración de los Derechos Humanos y la aprobación de las constituciones democráticas las personas constituirían el valor fundamental de la organización política. En Canarias estamos esperando.

El Cabildo de Gran Canaria tiene una posición institucional indiscutible y firme. Estamos en una lucha democrática que se parece mucho a las que hemos librado en nuestra historia por conseguir la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la defensa del desarrollo portuario o el equilibrio en las inversiones de los gobiernos canario o estatal. Sabemos que las exigencias justas terminan por alcanzarse y también que expresamos la opinión mayoritaria de la sociedad canaria. Gran Canaria no está sola, como no lo estuvo entonces. Es una exigencia de calidad democrática, yo diría de salud democrática. De profunda justicia. En la sociedad canaria hay una necesidad de cambio que se parece a la sustitución de un régimen. Las demandas de las personas paradas que no ven horizontes. El malestar de los jóvenes que necesitan oportunidades en nuestra tierra. El maltrato a las personas dependientes. La recuperación de una sanidad  y una educación públicas de calidad. Una gestión digna de la radio televisión pública. Una acción transparente de la administración autonómica, son exigencias políticas que requieren nuevo impulso, nuevas mayorías.

Es el momento de que todos los partidos digan lo mismo en todas las islas y que las instituciones hablemos claro para desenmascarar a quienes tienen un doble lenguaje. Es hora de valores democráticos frente a emboscadas interesadas. Estoy seguro que la sociedad canaria de las siete islas lo demanda y lo recompensará. Estamos llegando al momento decisivo para lograr de una vez por todas la ansiada reforma de nuestro sistema electoral. Después de 35 años, en los que solo se modificó para agravar aún más las injustas y desproporcionadas barreras de acceso, en concreto  en el año 96 y a través de una reforma del estatuto en el Congreso, justo lo que ahora CC crítica que hagamos otros. Ya ha finalizado la fase de comparecencias de expertos propuestos por los Grupos Parlamentarios, en la Comisión de estudio de reforma del sistema electoral creada en el Parlamento, nacida con bastantes dificultades porque Fernando Clavijo solo quería una mesa de trabajo. Solo fue posible por la insistencia de Nueva Canarias, junto a otros partidos políticos, de organizaciones cívicas como Demócratas por el Cambio, de la ciudadanía, e incluso de muchos medios de comunicación. Parece que, tras sucesivas prórrogas, definitivamente se acerca el momento de debate y aprobación de la propuesta de reforma del Estatuto de Autonomía, donde también de manera relevante, el sistema electoral canario puede abordar su transformación.

Es la hora de propuestas concretas. Ha quedado claro, tras la comparecencia de los expertos, la ineludible necesidad de la Reforma. Más del 80% de ellos han planteado esa necesidad a través de distintas fórmulas. Todos los partidos parlamentarios y extraparlamentarios, salvo CC, también lo demandan.  El Pacto por la Democracia, promovido por Demócratas por el Cambio y muchísimas organizaciones sociales y políticas,  lo reclama basándose en tres objetivos fundamentales: rebajar los topes, mejorar la proporcionalidad y que esté en vigor en 2019. Caben muchas posibilidades para el consenso. NC habla de una única barrera insular de acceso del 5% insular sin tope regional y de un incremento de diputados, hasta 75, distribuídos por asignación directa. Este incremento se distribuye por asignación directa: 1 a Fuerteventura, para corregir la circunstancia de que una isla con menos población como La Palma tenga más diputados (8) que otra con población superior, Fuerteventura, que tiene 7. Y los otros 14, directamente asignados a las dos islas (Gran Canaria y Tenerife) donde está identificada la brutal desproporción poblacional, dando 7 escaños adicionales a cada una. No olvidemos que en este momento Tenerife y Gran Canaria suman 1.735.000  habitantes y tiene 30 representantes y el resto de las 5 islas, con un población 360.000 otros 30. Pero, en fin, es una propuesta y caben otras muchas. Desde el diálogo y el consenso, sin duda, pero desde la firmeza y la justicia.

La foto de los presidentes de Cabildos firmando la continuidad de un sistema electoral  perverso es la foto del pasado, es la defensa de unos intereses de partido frente a una exigencia mayoritaria y progresista de la sociedad canaria. El Cabildo de Gran Canaria quiere estar con el nuevo tiempo que necesariamente tiene que abrirse. Quiere estar junto a todos los grancanarios que sintiéndose hermanos de los herreños, de los gomeros, de los majoreros, de los conejeros, de los palmeros, de los tinerfeños, comparten una nueva sociedad, en una Canarias solidaria por equilibrada. Gran Canaria ha liderado siempre el progreso para todos, a condición de rechazar las hegemonías de unos canarios sobre otros. En esas seguimos.

TODOROV Y TRUMP: CIVILIZACIÓN O BARBARIE

Sería bueno separar el ruido de la furia y, de la mano de Tzvetan Todorov, analizar lo que está pasando, porque a lo mejor descubrimos que el deterioro de la democracia, la xenofobia, las mentiras de los gobernantes, los muros que dividen a los pueblos y el rechazo a los refugiados no son inventos de Donald Trump y no comenzaron con la llegada del multimillonario a la Casa Blanca.

El pasado 7 de febrero falleció en París el filósofo, escritor y lingüista francés de origen búlgaro Tzvetan Todorov. Con él y Zygmunt Bauman, en apenas un mes se nos han ido dos de los más destacados pensadores del siglo XX.  Aunque se nacionalizó francés a principios de los años 70 del siglo pasado, Tzvetan Todorov nació en Sofía y  sufrió la dictadura comunista  de Bulgaria hasta que en los años 60 se fue a vivir a París. Además de sus obras como lingüista, Todorov se interesó por la historia de las ideas, fue muy crítico con todos los totalitarismos, con el daño que el neoliberalismo ha hecho a la democracia y con la evolución del mesianismo político en los últimos siglos de nuestra historia.

 

La mayoría de los medios de comunicación nos han ido narrando el primer mes de Donald Trump en la Casa Blanca como si se tratara de un capítulo más de la novela “El ruido y la furia” de Faulkner y nos quisieran contar la decadencia de la sociedad norteamericana como algo ajeno al resto del planeta. La teatralidad histriónica y próxima a la locura del nuevo presidente de Estados Unidos ha facilitado esta narración. Le hemos visto con muchas prisas por cumplir sus promesas más neoconservadoras y por  borrar el legado de su antecesor: la revocación de la reforma sanitaria, el cierre de fronteras a los extranjeros, los nombramientos de altos cargos con perfil de halcones, de personas con trayectorias vinculadas a la violación de los derechos humanos, la xenofobia o la apología de la tortura… Es cierto que Donald Trump se lo ha puesto muy fácil a los medios de comunicación, su enfrentamiento público con los periodistas y sus acusaciones a los grandes grupos mediáticos han ayudado a revelarnos con nitidez a un personaje que representa un evidente peligro para la democracia.

Pero sería bueno separar el ruido de la furia y, de la mano de Tzvetan Todorov, analizar lo que está pasando, porque a lo mejor descubrimos que el deterioro de la democracia, la xenofobia, las mentiras de los gobernantes, los muros que dividen a los pueblos y el rechazo a los refugiados no son inventos de Donald Trump y no comenzaron con la llegada del multimillonario a la Casa Blanca. El recién fallecido apóstol del humanismo, así  fue llamado muchas veces, ya pronosticó en 2010: “el miedo a los inmigrantes, al otro, a los bárbaros, será nuestro primer gran conflicto en el siglo XXI”.

En su libro “Los enemigos íntimos de la democracia” Tzvetan Todorov habla del mesianismo político que se ha vivido en los últimos siglos en Europa, y nombra la experiencia de Napoleón: “El periódico que Napoleón manda publicar durante su campaña en Italia afirma que las conquistas de un pueblo libre mejoran la suerte de los vencidos, reducen el poder de los reyes y aumentan la ilustración”. Tzvetan añade que “cuando los regimientos del ejército napoleónico han ocupado España, el mariscal Murat escribe al emperador: “Esperan a su Majestad como al Mesías”. Se trata del mismo pueblo que en 1814 gritó “Vivan las caenas” para recibir al rey Fernando VII, que había anunciado que iba a ignorar la constitución liberal de 1812, conocida como “La Pepa”.

El mesianismo político continuó en el siglo XX con los totalitarismos. El nazismo y el comunismo también se erigieron en modelos a imponer a otros países. Y ese mesianismo ha llegado al siglo XXI con las intervenciones militares que se aprueban y justifican (muchas veces al margen de la ONU) con la excusa de la lucha antiterrorista.

Tras el gobierno de Barak Obama lo que pretende Donald Trump es volver a llevar a Estados Unidos por la senda del neoliberalismo  y liderar ese camino frente o junto  a otras potencias. En el mencionado libro “Los enemigos íntimos de la democracia” Todorov cuenta que “La antropología que subyace a la economía neoliberal, según la cual la economía domina la vida social, y la rentabilidad material domina la economía ejerce una fuerte influencia en el mundo del trabajo”. El filósofo franco búlgaro habla de la imposición de la flexibilidad en los contratos y también de la idea de “gestionar el Estado como una empresa”. Dice Todorov “Entendemos que lo que se pretende decir es que debemos tratar los diferentes servicios con la única perspectiva de la rentabilidad material. Hemos visto ya que la rentabilidad es una de las vertientes de la empresa”.

Esa flexibilidad en el mundo laboral que defiende Trump desde su ideología neoliberal provoca inseguridad en los trabajadores y trabajadoras que pierden derechos laborales. Su decisión de revocar el Obamacare, la reforma sanitaria de Obama, también provocará incertidumbre respecto a la protección de su salud a los que se habían beneficiado de la reforma. Los mismos que provocan esa inseguridad en el mundo laboral y en la salud de las capas populares  con sus políticas neoliberales son los que enarbolan el discurso de la inseguridad para justificar el levantamiento de las fronteras o el incremento de los gastos militares (que ya ha pedido Trump a todos los países de la OTAN).

Otro de los escándalos del inicio del mandato de Trump ha sido el nombramiento como nueva subdirectora de la CIA de Gina Haspel, una agente involucrada en torturas a detenidos en una cárcel clandestina de Tailandia. En un artículo publicado en El País el 14 de mayo de 2009  Todorov hacía referencia a los documentos que el Gobierno de Obama hizo públicos en abril de 2009 sobre las prácticas de tortura realizadas en cárceles de la CIA.  Se sorprendía porque no se trataba de prácticas aisladas o negligencias, sino que hubo manuales de la CIA donde se explicaban las técnicas de tortura durante el Gobierno de George W. Bush.  Y algo que destaca Tzvetan: “Los socios indispensables de los torturadores son los consejeros jurídicos, cuya labor es garantizar la impunidad legal de sus colegas. Esto constituye otra novedad: la tortura en la propia norma legal.” Y nos decía que los gobiernos europeos que acogieron vuelos secretos de la CIA “miraron para otro lado”. No imaginaba Tzvetan que ocho años después de haber escrito aquel texto iba a llegar a la presidencia de Estados Unidos un gobernante que no es que mire cínicamente para otro lado, sino que hace una apología clara y pública de la tortura y nombra subdirectora de la CIA a alguien que destruyó pruebas sobre los malos tratos a prisioneros en Tailandia.

Esta semana Donald Trump dio la orden de contratar 15.000 nuevos agentes de fronteras para acelerar el proceso de expulsión de inmigrantes.  Para justificar esas prisas ha recurrido al manual del buen xenófobo y ha repetido sus mensajes de criminalizar a los extranjeros. Pero su facilidad para mentir (o contar “hechos alternativos”, como denominó a las mentiras alguien de su gabinete) le ha provocado un conflicto diplomático con Suecia. En un mitin en Florida llegó a decir “Ves lo que pasó la pasada noche en Suecia ¡Suecia! ¿Quién podía creérselo? Suecia. Han acogido en grandes números. Están teniendo problemas como nunca pensaron que fuera posible”.

Lo acaba de denunciar Amnistía Internacional: “El uso cínico del “nosotros contra ellos” provoca una agenda deshumanizadora basada en discursos de culpa, odio y miedo a escala nunca vista desde los años 30”. Frente a la muerte de un humanista de aliento crítico, como lo calificó Alex Vicente en El Mundo, se nos echan encima peligrosamente políticos antisistema que ocupan el poder y ponen en marcha una agenda tóxica que deshumaniza a grupos enteros de personas”. Imponen una retórica de la deshumanización.

Esa criminalización del extranjero, del diferente, del que tiene otra cultura o religión también fue combatida por Tzvetan Todorov en el discurso que dio cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales en el año 2008: “Por cómo percibimos y acogemos a los otros, a los diferentes, se puede medir nuestro grado de barbarie o de civilización. Los bárbaros son los que consideran que los otros, porque no se parecen a ellos, pertenecen a una humanidad inferior y merecen ser tratados con desprecio o condescendencia. Ser civilizado no significa haber cursado estudios superiores o haber leído muchos libros, o poseer una gran sabiduría: todos sabemos que ciertos individuos de esas características fueron capaces de cometer actos de absoluta perfecta barbarie”.

Desgraciadamente en el mandato de Donald Trump que está comenzando, y en los previsibles gobiernos populistas y de extrema derecha que amenazan con afianzarse en Europa, tendremos muchas oportunidades de ver ejemplos de bárbaros (torturadores, xenófobos, dictadores…) y civilizados (los millones de personas que desde el nombramiento de Trump se están movilizando por los derechos humanos y para frenar la barbarie). Espero que gane la batalla la civilización.

DEMOCRACIA CAUTIVA

A muy pocos les pasó desapercibida la dura presión política, mediática y empresarial a la que se vieron sometidos el PSOE y Pedro Sánchez durante el largo debate que se vivió en España, sobre todo a partir del 3 de septiembre, cuando Mariano Rajoy fue derrotado en la segunda sesión de investidura y el entonces secretario general de los socialistas anunció su intención de intentar un gobierno alternativo al Partido Popular. Las tertulias, los debates, los editoriales (de los cuatro principales periódicos editados en Madrid) y las entrevistas…estaban en su mayor parte dirigidas a crear un estado de opinión en defensa de la tesis de que solo había dos opciones: o  Mariano Rajoy era reelegido presidente del Gobierno o había que convocar unas terceras elecciones. Y ante esa disyuntiva también se marcaba una única salida: las terceras elecciones serían muy perjudiciales para los intereses de España y, desde luego, la responsabilidad máxima sería del PSOE.

Los círculos de poder económico en la órbita de Felipe González y los medios de comunicación que controlan (la mayoría) se emplearon a fondo. El pasado domingo en el programa “Salvados” Pedro Sánchez señaló al grupo Prisa y a César Alierta en una entrevista concedida a Jordi Évole. El exsecretario de los socialistas españoles reconoció que directivos de El País le advirtieron que “o Rajoy era reelegido presidente o la línea editorial de El País no iba a ayudar para que hubiera un gobierno progresista liderado por el Partido Socialista”. Más allá de las justificadas críticas a Pedro Sánchez porque realiza esta denuncia tarde, porque incluso en mayo de este año en una entrevista concedida al periódico El Mundo negó esas presiones de los poderes económicos y  a pesar de esas merecidas críticas, digo, hay que reconocer que lo publicado en los medios españoles en los últimos meses da la razón a la denuncia de Pedro Sánchez. A medida que  el político socialista se reafirmaba en su estrategia, las críticas y las presiones se recrudecían. Y consiguieron cambiar no solo la estrategia sino también a la ejecutiva del principal partido de la oposición.

No critico el derecho de El País o de cualquier medio de comunicación a defender en su línea editorial a un político determinado, a una sigla concreta. Sobre lo que quiero reflexionar es sobre la utilización de los medios de comunicación por parte de los poderes económicos para presionar a los partidos políticos o a los cargos públicos elegidos democráticamente hasta el extremo de pretender cambiar sus compromisos con los ciudadanos. Los poderes económicos utilizaron los medios de Prisa porque tenían más influencia sobre las viejas y jóvenes glorias del PSOE, pero sería igual de criticable que el grupo Vocento hubiera presionado al Partido Popular para que votase a favor de la investidura de Pedro Sánchez, y si no hacía caso a sus dictados hubiera realizado una campaña desde el periódico ABC contra Mariano Rajoy hasta lograr descabezar al Partido Popular.

Qué bien describe esta situación Luigi Ferrajoli en su ensayo “Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional”. Para el profesor italiano uno de los grandes males de nuestras  democracias se produce por la confusión entre la separación de esfera pública y privada, entre poderes políticos y económicos. “Los conflictos de intereses generados por la estrecha alianza entre poderes políticos públicos y poderes económicos privados y por la sustancial subordinación de los primeros a los segundos” da lugar a una peligrosa conjunción de corrupción e intercambios políticos con lobbies y medios de comunicación.: “cada vez es más fuerte la relación entre dinero, información y política: dinero para hacer política e información, información para hacer dinero y política, política para hacer dinero e información…”. La subordinación de la libertad de información a la propiedad de los medios de comunicación “ha llegado a superponerse a un derecho de libertad de rango constitucional, la libertad de prensa y de información”. Los pueblos se vuelven frágiles y cambiantes si fallan las garantías de los derechos fundamentales y la libertad de información

Los partidos se han convertido en maquinarias no democráticas- conducidas incompresiblemente por cargos del partido que son a su vez cargos públicos- concebidas para servir al jefe con un sinfín de “elegidos” alimentados y condicionados por prebendas que se han transformado “de representantes del pueblo en cortesanos”; a los que consienten se les homologa y a los que disienten  se les denigra y los ciudadanos se ven reducidos al papel de espectadores. Alimentan el bipartidismo, niegan la pluralidad, están obligados a asemejarse y se reducen las campañas electorales a mera publicidad en la disputa por el centro político. Y aparece entonces la apatía, la frustración y la mera adicción al poder. Se acabó el principio “romántico” del pueblo soberano, como plantea Hermet. Los partidos se convierten en puras maquinarias para alcanzar el poder a costa de los principios, los compromisos electorales, las ideologías…

Mientras los poderes se concentran, a la sociedad se la disgrega, se la divide. Se fomenta el conformismo favorecido por el “indiferentismo” hacia lo público y se promocionan “fracturas en la sociedad y rupturas de la solidaridad social”. Se persigue incansablemente la despolitización masiva que se traduce en abstención y en antipolítica y se fomentan todos los egoísmos y el debilitamiento del sentido cívico. Se deseduca a las masas, lo que “contribuye a la descalificación de la moral pública como moralismo e hipocresía y, con ello, la promoción de la desconfianza, la suspicacia y la sospecha frente a todos los actores de la vida pública”.

Charles Moore, conservador británico y biógrafo de Margaret Thatcher lo expresó con contundencia: “Estoy empezando a pensar que la izquierda en realidad tiene razón. La política democrática dirigida al progreso de la mayoría, está realmente a merced de esos banqueros, barones mediáticos y otros magnates que dirigen y poseen todo”. Se ha consentido la creación de un monstruo al que ahora no se puede controlar. Michael Hudson lo define como un golpe de Estado financiero contra el Estado Democrático y Social de Derecho en Europa. Ahora más que nunca se necesitan instituciones fuertes y ciudadanos organizados e implicados. Es la falta de autoridad y de firmeza, la falta de medidas ejemplarizantes, lo que ha permitido abrir esta veda a la especulación y al gobierno de los inversores, a que los mercados contemplen a los gobernantes como sus servidores. Se está atentando directamente contra los derechos humanos y los derechos sociales. Se ha frustrado la confianza ciudadana (los testimonios de los militantes del PSOE en el último programa de Jordi Évole reflejaron muy bien esa frustración) y el prestigio y la credibilidad de la política. Y esto no se combate sino con más democracia y con el reforzamiento de las instituciones públicas. Y lo que ha sucedido con la sesión de investidura de Mariano Rajoy no ayuda a avanzar por esa senda.

En plena crisis económica y social la Fundación Everis presidida por Eduardo Serra, el incombustible miembro de los gobiernos de Calvo Sotelo, González y Aznar, en un informe que llamaron Transforma España planteaba que es necesario “desideologizar” la política. Es  el caballo de batalla del neoliberalismo: vaciar la política y limitarla a recibir órdenes. Lo dijo siempre Robert A. Dahl, el gran teórico de la democracia: “la relación entre el sistema político democrático de un país y su sistema económico no democrático ha supuesto un formidable y persistente desafío para los fines y prácticas democráticos”. Sin ningún tipo de dudas, donde peor se vive este drama es en la izquierda, y más en la izquierda socialdemócrata que ha ido desubicándose en la mayoría de los países democráticos para doblegarse ante la mundialización.

Hace unos días participé en la presentación del libro de Rafael Álvarez Gil  “La socialdemocracia en transición. Entre la globalización y la crisis de la España constitucional”. En el acto tuve ocasión de referirme a la evolución histórica y a la deriva actual de esta corriente de pensamiento. Y me apoyé en conspicuos socialdemócratas para que no pareciera una mera crítica de alguien ajeno al PSOE. Y recurrí entonces a reflexiones de Joan Botella, Tony Judt, Zygmun Bauman, Raffaele Simone o Norberto Bobbio. No son sospechosos de ser antisocialistas, pero todos coinciden en que la socialdemocracia hace aguas. Y puede tocar fondo. Aseguran que el socialismo democrático no tiene futuro sin la memoria de las penalidades pasadas y sin la conciencia de lo mucho que se ha alcanzado con las reformas sociales impulsadas por la izquierda; que frente al compromiso de defender a los más débiles compite con la derecha política por allanar el camino a los mercados; que huele a derechas en actitudes y comportamientos, que se ha alejado de la calle  y ha renunciado a viejas aspiraciones e ideales de siempre por abrazar un discurso genérico y pactista anclado en la derrota ideológica, sin alegato político y sin visión de conjunto…

Son tiempos difíciles y convulsos que reclaman romper con la legitimación de la corrupción, la mentira y los recortes de libertades y derechos del PP, para evitar la desconexión con amplios sectores de la sociedad defensores de ideas de progreso, aunque lo exijan empresarios como César Alierta o grupos mediáticos como Prisa, que hasta hace unos años tenían una línea editorial que defendía los postulados socialdemócratas, los derechos sociales y la regeneración de nuestra democracia, todo lo contrario de lo que representan Mariano Rajoy y sus políticas. Afortunadamente, a pesar de los editoriales que escriben sus directivos, muchos de los profesionales de ese grupo mediático en Madrid y en Canarias siguen defendiendo esos valores. Hemos vivido tiempos muy duros. No parece que los que vienen sean muy alentadores para la democracia.

PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y DEMOCRACIA

Solo con la implicación de todos y todas podremos lograr que Gran Canaria,  también al hablar de democracia,  sea una isla de primera.

Esta semana inauguramos en el Cabildo de Gran Canaria la “Iª Conferencia sobre Democracia y Ciudadanía”, un espacio que pretendemos se convierta en un referente en Canarias para el debate sobre la inclusión de la participación ciudadana en el desarrollo de las políticas públicas. Con este foro respondemos a una creciente demanda de la sociedad por participar de manera activa en los asuntos públicos, más allá de los cauces tradicionales de participación en la vida política.

 

En nuestro programa de gobierno nos comprometimos a fomentar la participación ciudadana y  ya en mi discurso de investidura insistí en denunciar que uno de los problemas políticos de nuestra época es el secuestro de la democracia por parte de los que se dedicaron a saquear las arcas públicas nada más llegar al poder. Además de esa ruptura en el eslabón de la representación popular dije que había otra importante: la quiebra de todas las vías de participación ciudadana. Señalé que “la democracia ha sido despojada de todos sus atributos para verse convertida en el mero acto de depositar el voto una vez cada cuatro años”, (hoy tendría que añadir una vez cada seis meses por la resignación y el cainismo de las fuerzas progresistas). Añadí en el discurso que “sostengo que nuestra democracia está en vías del secuestro absoluto y que nuestra sociedad debe reaccionar para recuperar el terreno perdido. Tenemos que propiciar que la gran mayoría se inquiete por lo que importa”.

Desde el área de Participación Ciudadana del Cabildo (creada por primera vez por el actual gobierno progresista y que dirige Juamma Brito) se hizo un diagnóstico de la situación en los 21 ayuntamientos de Gran Canaria y se vio que desgraciadamente son muy pocos los municipios que cuentan con reglamentos de participación ciudadana y que en las últimas décadas hayan realizado asambleas vecinales cada año para debatir las políticas municipales. Vengo de una tradición política de participación vecinal en el ámbito municipal. Y estoy convencido de que esta es la senda por la que debemos seguir transitando. Y aceptar, además, que los tiempos han cambiado y las nuevas tecnologías y las redes sociales nos permiten incorporar recursos que pueden avanzar en la democracia directa.

Pero no es suficiente con la voluntad política que estamos demostrando con nuestro trabajo en este primer año de gobierno, hay que contar con recursos humanos, con formación del personal, con cambios de actitudes tanto en las administraciones públicas como en la ciudadanía. El filósofo Josep Ramoneda, en el artículo “Democracia descafeinada”, defiende que hay que “evitar que las fracturas de diversa índole: generacionales, culturales, laborales, territoriales, económicas y morales, se enquisten y conduzcan inevitablemente al autoritarismo posdemocrático, en que la política quede reducida a la función de policía al servicio de intereses de unos pocos convertidos en intereses generales a través de nuevas formas de violencia”. El intelectual catalán dice que “si la política democrática debería ser el poder de los que no tienen poder, ¿qué proponen nuestros candidatos para poner límites al enseñoramiento del poder financiero sobre nuestras sociedades? Y si el universo digital es el futuro: ¿Cómo se afronta la educación para evitar un nuevo analfabetismo y qué se hace para impedir que en nombre de la transparencia se rompan los muros del espacio privado?”

Internet es una potente herramienta para el desarrollo y la comunicación, pero tiene sus inconvenientes. Por eso en esta I Conferencia Anual sobre Democracia y Ciudadanía, que comenzó esta semana, planteamos reflexionar sobre “Internet y el futuro de la democracia”. Hemos escogido este tema porque una de las apuestas más fuertes de este gobierno va a consistir en la puesta en marcha de una herramienta de participación digital que va a suponer un antes y un después en la manera en la que la ciudadanía se relacione con la institución.

Pero todo este proceso corre el riesgo de fracasar sin la implicación y la reflexión conjunta con la sociedad civil. Internet no es neutra. De hecho, la mayor parte de las herramientas que utilizamos habitualmente, a las que incorporamos nuestros datos personales, pertenecen a grandes corporaciones multinacionales que no dudan en venderlos a otras empresas o incluso a gobiernos. Muchas de las personas que hemos invitado a este foro tienen una visión crítica de internet, nos ayudan a ver las ventajas de la red a la hora de abrir cauces a la participación y a la movilización social, pero también a tener presente quiénes están detrás de internet y sus intereses por controlar los datos personales, uno de los grandes negocios del siglo XXI que se realiza a costa de nuestra intimidad.

La coordinadora del área de investigación sobre Internet, Política y Procomún en la Universidad Autónoma de Barcelona,  Mayo Fuster,  y el catedrático en Ciencia Política, Joan Subirats, consideran que “No hay esfera social, económica o política en la que Internet no tenga un papel significativo y esté transformando las condiciones en las que antes se operaba”. En un artículo titulado “Gobierno abierto y políticas públicas” defienden que “Los retos en el escenario de la gestión pública están muy relacionados con los temas de transparencia, control y evaluación desde una perspectiva ciudadana y no estrictamente interinstitucional. La palanca de cambio del funcionamiento de las Administraciones Públicas no está en la mejora interna de su funcionamiento, por importante que ello sea, sino en su capacidad de servir y responder a las necesidades públicas; y para ello transparencia, control y evaluación resultan estrategias imprescindibles.”

En esa línea estamos trabajando desde el gobierno del Cabildo de Gran Canaria. Queremos que la unidad de Participación Ciudadana se convierta en un referente para el resto de instituciones y esté en permanente diálogo con la sociedad civil. En su primer año, además de organizar diversas acciones de sensibilización y empoderamiento con los hombres y mujeres de esta isla y los ayuntamientos, hemos puesto en marcha un plan de subvenciones específico para promover proyectos de participación ciudadana. Vamos a presentar a todos los grupos políticos de la corporación el primer reglamento de participación ciudadana para recabar sus aportaciones. Quiero aprovechar este artículo para invitar a todos los ciudadanos y ciudadanas a implicarse en las organizaciones sociales, vecinales, políticas, sindicales, empresariales, en los órganos de participación de los ayuntamientos…

Frente al discurso nada inocente que repite: “todos los políticos son iguales”, “soy apolítico” o “no me interesa la política” (Franco decía, “hágame caso, no se meta en política”), proponemos el empoderamiento ciudadano, porque la alternativa es dejar que tomen las decisiones por nosotros determinadas élites que defienden solo sus intereses. Como dijo el escritor Antonio Lozano en el discurso que pronunció cuando recibió el premio “Ser Canario” de la Cadena SER: “La democracia nos está siendo secuestrada. Si algo ha dejado claro esta crisis, es que quienes la han gestionado se han puesto al servicio de los verdugos y no de las víctimas. Han dejado de ejercer el poder que emana de las urnas, puesto que actúan en contra de quienes los han elegido. Han convertido el mundo en un galimatías indescifrable y han contribuido a abrir más y más la brecha entre los que todo lo tienen y los que nada poseen.”

Nuestra apuesta por la participación ciudadana en el Cabildo va más allá de la utilización de las nuevas tecnologías para las gestiones que tienen que ver con la corporación insular. Lo que pretendemos es que la ciudadanía participe en las decisiones que nos afectan. Solo con la implicación de todos y todas podremos lograr que Gran Canaria,  también al hablar de democracia,  sea una isla de primera.